domingo, 7 de diciembre de 2014

Cuida tus palabras, pues ellas siempre dejarán una marca. Con frecuencia escuchamos en la televisión, en el Facebook, en la radio, e incluso leemos en el periódico, juicios negativos hacia personas, instituciones, violando la intimidad e irrumpiendo de una forma casi sacrílega la reputación de la persona. ¿Cuánto mal podemos causar? ¿Cuánto daño podemos hacer? Por eso piensa bien en las palabras que dices, para que no te conviertas en cómplice de matar el buen honor de los demás.
Las palabras no las lleva el viento, las palabras dejan huella, tienen poder e influyen positiva o negativamente.
Las palabras curan o hieren a una persona, por eso mismo, los griegos decían que la palabra era divina y los filósofos elogiaban el silencio.
Piensa en esto y cuida tus pensamientos, porque ellos se convierten en palabras; y cuida tus palabras, porque ellas marcan tu destino y el destino de los demás.
Piensa muy bien antes de hablar, cálmate cuando estés airado o resentido y habla sólo cuando estés en paz.
De las palabras dependen, muchas veces, la felicidad o la desgracia, la paz o la guerra. Una cometa se puede recoger después de echarla a volar, pero las palabras jamás se podrán recoger una vez que han salido de nuestra boca".
Las palabras tienen mucha fuerza, con ellas podemos destruir lo que hemos tardado tanto tiempo en construir. Cuántas veces una palabra fuera de lugar es capaz de arruinar algo por lo que hemos luchado. Cuántas veces una palabra de aliento tiene el poder de regenerarnos y darnos  paz.
Las palabras insultantes o despectivas nunca han creado algo edificante. Con el uso de expresiones agresivas, lastimamos a las personas provocando heridas, creando resentimientos y dolor, que en algún momento volverán a nosotros. La verdad puede compararse con una piedra preciosa. Si la lanzamos contra el rostro de alguien, puede herir, pero si la envolvemos en un delicado papel y la ofrecemos con ternura, ciertamente será aceptada con agrado.
Las palabras son la manifestación de nuestro mundo interior; al cuidar de nuestro lenguaje purificamos nuestro mundo interior. Muchas enfermedades son únicamente el producto de nuestros pensamientos desequilibrados. La violencia, las mentiras, el resentimiento y tantas otras cosas existen y conviven con nosotros en este mundo. Ante ellos tenemos que cultivar cualidades de amor, verdad y gratitud, creando un sólido mundo interior en donde la bondad y la verdad brillen; para luego trasmitir este mundo interior a las personas de nuestro alrededor.
Una palabra amable:                           puede suavizar las      cosas.
Una      palabra alegre:                        puede iluminar            el         día.
Una      palabra oportuna:                    puede aliviar   la         carga.
Una      palabra de amor:                     puede curar    y          dar       felicidad.
Una      palabra irresponsable:             puede encender         discordias.
Una      palabra cruel:                           puede arruinar            una      vida.
Una      palabra de resentimiento:        puede causar odio
Una palabra brutal:                              puede herir o matar.
¡Las palabras son vivas!, bendicen o maldicen, alientan o abaten, salvan o condenan!
“Si todas nuestras palabras son amables, los ecos que escucharemos también lo serán”.

De ti depende si las usas para bien o para mal, tanto para ti como para los demás.
Cuida tus palabras, recuérdalo siempre, ellas tienen poder. 
Habla de tal manera que en tu alma y en la de los demás quede la paz.

HECHO POR: Gilcy Rodriguez

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